Page 506 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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enorme hombre blindado cargó a Ben sobre su hombro
y abandonó con estrépito el lugar.
Los condestables que habían entrado en la pequeña
imprenta esperaron a que el resto del pelotón siguiera
a su oficial de vuelta al pasillo. Después, con perfecta
coordinación, cada uno extrajo un gran bote de hierro
de sus bolsillos y apretó el activador que ponía en
marcha una violenta reacción química. Arrojaron los
cilindros al diminuto espacio en el que el constructo
aún seguía dando vueltas a la manivela de la imprenta,
en un infinito circuito sin mente.
Los soldados corrieron como atronadores
rinocerontes bípedos por el pasillo, detrás de su oficial.
El ácido y el polvo de las bombas se mezcló y chispeó,
se encendió violentamente, estalló con la pólvora
empaquetada. Se produjeron dos repentinas
detonaciones que hicieron temblar las paredes
húmedas del edificio.
El pasillo se sacudió con el impacto e innumerables
trozos de papel prendido salieron escupidos por el
umbral, mezclados con tinta caliente y pedazos de
tubo. Fragmentos de metal y cristal estallaron desde la
claraboya en una cascada industrial. Como confeti
ígneo, retazos de editoriales y denuncias salpicaron
todas las calles circundantes. «NOSOTROS
DECIMOS», rezaba uno. ¡TRAICIÓN!, proclamaba
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