Page 55 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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negros se clavaban en los suyos; el iris no era más que
una leve mancha en el centro de aquella negrura. Las
órbitas de esos ojos daban al rostro del garuda una
expresión de permanente sonrisa cínica, una arruga
orgullosa.
Y sobre la cabeza del ser, cubiertos con el tosco
harapo que vestía, proyectando la forma inconfundible
de sus enormes alas plegadas, promontorios de pluma
y piel y hueso se extendían más de medio metro desde
los hombros, curvándose elegantes el uno hacia el otro.
Isaac nunca había visto a un garuda extender sus alas
en un espacio cerrado, pero había leído descripciones
de la polvareda que podían levantar, y de las vastas
sombras que arrojaban sobre sus presas.
¿Qué estás haciendo aquí, tan lejos del hogar?, pensó
Isaac maravillado. Fíjate en tus colores: ¡perteneces al
desierto! Debes de haber recorrido kilómetros y kilómetros y
kilómetros, desde el Cymek. ¿Qué coño estás haciendo aquí,
impresionante hijo de puta?
La fascinación casi le impidió aclararse la garganta y
hablar a aquel gran predador.
— ¿Puedo ayudarte?
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