Page 57 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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plaza, sino un inmenso agujero inacabado en la ciudad.
Los edificios contiguos no mostraban sus fachadas
principales, sino las medianeras, como si las
prometidas barriadas de frontispicios elegantes nunca
hubieran llegado. Las calles del Barrio Óseo tanteaban
nerviosas aquel solar, con pequeños dedos
exploradores de ladrillo que rápidamente se retiraban.
La hierba sucia estaba moteada aquí y allá por
puestos destartalados, mesas plegables situadas al azar
para vender pasteles baratos, o cuadros viejos, o los
restos del ático de alguien. Los malabaristas callejeros
lanzaban objetos al aire en muestras deslustradas.
Había algunos tenderos inapetentes, y gente de todas
las razas se sentaba en las piedras desperdigadas para
leer, comer, limpiarse la mugre o contemplar los
huesos sobre ellos.
Las Costillas se alzaban desde la tierra en los límites
del espacio vacío.
Titánicos fragmentos de marfil amarilleado, más
gruesos que el más viejo de los árboles, explotaban
desde el suelo y se alejaban los unos de los otros,
trazando un reviro ascendente hasta que, a más de
treinta metros sobre el suelo, ya por encima de las
cubiertas de las casas cercanas, se curvaban abruptos
para volver a encontrarse. Entonces volvían a ascender
hasta que sus puntas casi se tocaban, como vastos
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