Page 902 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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carcasa  hedionda  de  un  humano,  y  detrás  vio  otro

            cadáver  más  reciente,  también  humano,  y  a  un

            vodyanoi  hinchado.  Casi  todos  los  cuerpos  eran  de


            cactos.

                Para  su  desdicha,  que  no  su  sorpresa,  vio  que

            algunos  aún  respiraban.  Estaban  allí  abandonados:


            cáscaras, botellas vacías. Pasaban sus últimos días de

            idiocia babeando, orinándose y defecándose encima en


            aquel agujero mefítico, hasta que morían de hambre y

            sed y se pudrían del mismo modo que habían hecho

            durante sus últimos días.


                Abatido, Isaac pensó en que no podían estar ni en el

            Paraíso ni en el Infierno. Sus espíritus no podrían vagar


            en  forma  espectral.  Habían  sido  metabolizados.

            Habían sido absorbidos y apagados, convertidos por

            un vil proceso oneiroquímico en combustible del vuelo


            de las polillas.

                Vio que, en una de sus manos agarrotadas, la polilla

            arrastraba el cuerpo de un anciano cacto, con la faja aún


            colgando pomposa y absurda del hombro. El monstruo

            era torpe. Alzó el brazo indolente y dejó que el cuerpo

            cayera con pesadez sobre el suelo de mortero.


                Entonces la polilla se desplazó un poco y buscó bajo

            su  cuerpo  con  las  patas  traseras.  Se  arrastró  hacia


            delante,  deslizando  los  pesados  huesos  por  el  firme

            polvoriento.  Desde  debajo  de  su  abdomen,  la  polilla




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