Page 667 - Herederos del tiempo - Adrian Tchaikovsky
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tener razón. Suena como locura. Es como si el
planeta estuviera susurrándose a sí mismo.
—¿El planeta? —preguntó Holsten.
—No estamos recibiendo estas señales
directamente del satélite, hasta donde podemos
entender. —Ahora que Alpash comenzaba a
hablar más, Holsten percibió ritmos e inflexiones
desconocidos en sus palabras: un poco de Lain,
un poco de los sistemas automáticos de la
Gilgamesh, un poco de algo nuevo. Obviamente,
ahora existia un acento propio de los nacidos a
bordo.
Alpash le mostró un monitor numérico que al
parecer debía resultar educativo.
—Aquí puedes ver lo que podemos deducir de
las transmisiones. —Holsten estaba
acostumbrado a que la Gilgamesh vistiese los
datos de una forma que un profano pudiera
entender, pero esa concesión no era algo que la
tribu pareciera necesitar.
Al notar su mirada inexpresiva, el ingeniero
continuó:
—Nuestra mejor hipótesis es que estas
transmisiones se dirigen al planeta, tal y como
sucedía con la secuencia numérica original, y que
estamos captando su rebote. Pero
definitivamente nos están llegando desde el
planeta.
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