Page 307 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—Aterrizad y sed bienvenidos, todos vosotros —
dijo el señor William Sommers de la Tierra—.
Aterrizad en cualquier parte. ¡La Tierra es vuestra!
¡Todos somos hermanos!
Ettil se echó a reír. Todos se volvieron hacia él. Los
marcianos parpadearon.
—¡Se ha vuelto loco!
Ettil no dejó de reír hasta que alguien lo golpeó.
Un hombre bajo y gordo que esperaba en el centro
de la plataforma de cohetes, en Green Town,
California, sacó un limpio pañuelo blanco y se
enjugó la frente cubierta de sudor. Luego miró allá
abajo a las cincuenta mil personas rodeadas por un
cordón de policías. Todos miraban el cielo.
—¡Allá vienen!
—¡Ah! —dijo la multitud.
—¡No, son gaviotas!
Un murmullo de desilusión.
—Quizá hubiese sido mejor declararles la guerra —
dijo el alcalde—. Hubiésemos podido volvernos a
casa.
—¡Chist! —dijo su mujer.
—¡Allá! —rugió la multitud.
Los cohetes marcianos surgieron de la luz.
El alcalde miró nerviosamente a su alrededor.
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