Page 303 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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El espacio, pensó Ettil. Henos aquí, rodando entre


           las tintas negras y las luces rosadas del espacio, en


           una cacerola. Henos aquí, en un cohete celebratorio

           lanzado hacia los terrestres para que cuando alcen


           la cabeza los ojos se les llenen de reflejos de miedo.


           ¿A  qué  se  parece  esto,  estar  lejos,  muy  lejos  del


           hogar, la mujer y los hijos?



           Ettil trató de analizar sus temblores. Es como atar

           tus  entrañas  a  Marte  y  dar  luego  un  salto  de  un


           millón  de  kilómetros.  Tu  corazón  sigue  allí,  en


           Marte, reluciente, palpitante. Tu cerebro sigue allí,


           pensando,  humeando,  como  una  antorcha

           abandonada.  Tu  estómago  sigue  allí,  en  Marte,


           somnoliento, tratando de digerir la última cena. Tus


           pulmones  están  allí,  respirando  el  aire  azul  y


           embriagador  de  Marte,  como  un  blando  fuelle

           plegado que desea abrirse, que suspira añorando el


           resto de tu cuerpo.



           Y aquí estás, un autómata sin engranajes, ni ruedas.


           El gobierno te ha hecho una autopsia, abandonando

           lo  más  importante  sobre  mares  secos  y  oscuras


           colinas.  Y  aquí  estás,  vacío  como  una  botella,


           apagado,  sin  sangre,  con  sólo  un  par  de  manos,


           para  matar  a  los  terrestres.  Eres  sólo  un  par  de


           manos, pensó Ettil, en su frío aislamiento.


           Aquí  estás,  en  esta  enorme  tela  de  araña.  Te


           acompañan algunos otros, pero están completos…


           tienen cuerpos y corazones. Pero lo vivo que había







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