Page 312 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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cohetes  ya  están  descendiendo  en  otros  pueblos.


           Tenemos mucho trabajo por delante.



           Los  hombres  se  incorporaron  y  miraron


           estúpidamente a su alrededor.


           —¡De frente, marchen!



           —¡Uno, dos, tres, cuatro! ¡Uno, dos, tres, cuatro!



           Las  inmaculadas  tiendas  del  pueblecito  dormían


           bajo un sol abrasador. El calor lo bañaba todo… los


           postes,  el  cemento,  los  metales,  los  toldos,  las


           terrazas, el alquitrán… todo.


           Los pasos marcianos resonaban sobre el asfalto.



           —¡Alerta, hombres! —susurró el comisionado.



           Pasaban  en  ese  momento  ante  un  instituto  de


           belleza.  Del  interior  de  la  casa  surgió  una  risita


           furtiva.


           —¡Miren!



           Una cabeza cobriza se asomó y desapareció como


           una  muñeca.  Un  ojo  azul  brilló  e  hizo  un  guiño


           desde el agujero de una cerradura.



           —Una  conspiración  —murmuro  Ettil—.  Una


           conspiración como les dije.


           Olores             y       perfumes,                impulsados                   por          los


           ventiladores, llenaron el aire de la calle. Las mujeres


           estaban  escondidas  en  cavernas,  como  criaturas


           submarinas,  bajo  conos  eléctricos,  con  cabello

           ondulados  en  raros  torbellinos  y  picos,  con  ojos






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