Page 315 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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dientecitos de gato de las mujeres habían impreso
para siempre. La cueva de los vientos… el cine.
—Hola.
Ettil volvió la cabeza, aterrorizado.
Una mujer se había sentado en el banco,
masticando perezosamente su pastilla de goma.
—No se escape; no muerdo —dijo la mujer.
—Oh —dijo Ettil.
—¿No le gustaría ir al cine? —preguntó la mujer.
—No.
—Oh, vamos. Todos van.
—No —dijo Ettil—. ¿No hay otra cosa que hacer en
este mundo?
—¿Otra cosa? ¿No es ya bastante? —Los ojos de la
mujer se abrieron llenos de sospecha—. ¿Qué
quiere que haga? ¿Que me quede en mi cuarto a leer
un libro? ¡Ja, ja! Estaría bueno.
Ettil la miró un momento y al fin le preguntó:
—¿No hace usted otra cosa?
—Paseo en auto. ¿No tiene auto? Debería
conseguirse un convertible Podler Seis. ¡Son
maravillosos! Un hombre con un Podler Seis
conquista a cualquier chica. Se lo aseguro —dijo la
mujer, mirándolo—. Apuesto a que usted tiene
montones de dinero… Viene de Marte, y todo.
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