Page 313 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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maliciosos y duros, tímidos y animales; con bocas
rojas como el neón incandescente. Los ventiladores
giraban y giraban, y un viento perfumado invadía
la tarde tranquila, moviéndose entre árboles
verdes, retorciéndose entre asombrados marcianos.
—¡En nombre de Dios! —gritó Ettil, con los nervios
deshechos—. ¡Volvamos a los cohetes! ¡Volvamos a
casa! ¡Nos agarrarán! ¿No las veis? ¡Esos horribles
animales marinos, esas mujeres ocultas en sus
frescas cuevitas de piedra artificial!
—¡Cállese!
Miradlas, pensó Ettil. Agitan los vestidos como
agallas verdes y frías sobre las columnas de las
piernas.
Ettil dio un grito.
—¡Cierre la boca!
—¡Van a arrojarse sobre nosotros, esgrimiendo
cajas de bombones y ejemplares de El amor y Bellezas
de Hollywood, chillando con sus bocas rojizas y
grasientas! ¡Van a inundarnos con trivialidades, a
destruir nuestra sensibilidad! ¡Miradlas, a punto de
morir electrocutadas, con sus voces susurrantes,
sus cantos y sus murmullos! ¿Os atreveríais a entrar
ahí?
—¿Por qué no? —preguntaron los otros marcianos.
—¡Os freirán, os sacarán la sangre! Nadie podrá
reconoceros. Os harán pedazos, os azotarán hasta
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