Page 208 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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para que este termine.
Su nombre. El apellido de su padre. El frío en sus dedos,
el cómo desaparecía el dolor de la mano, del pie. La forma
en la que de repente se dio cuenta de detalles que no había
visto antes: que el precipicio detrás del hombre de una sola
mano era granito leonado y grisáceo y no la arena beis que
había estado viendo durante el descenso; que los surfistas
que se deslizaban rápidamente como focas alargadas por el
océano encrespado habían desaparecido de la línea de
visión; que el propio océano se estaba perdiendo detrás de
los gélidos velos de niebla.
Apartó la ensangrentada mano derecha de la herida de
la izquierda y buscó a tientas el teléfono en el bolsillo de sus
pantalones cortos.
—De nada te sirve, Dagmar Sörensdotter —le dijo él—.
No corres ningún peligro. Cuando el dolor arde en tu
corazón y la sangre entra en el agua, cuando bajas corriendo
al interior de la tierra al borde del mar con tus helskor
puestos, acompañada de cuervos… ¡En este, mi día de todos
los días! ¿Quién iba a venir a ti sino un dios de tus
antepasados, antes de que corras todo el camino hasta el
Niflheim?
Señaló sus pies. Ella bajó la mirada hacia las zapatillas

