Page 88 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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Bud había pasado los últimos días al aire libre,


               en  una  prisión  en  el  putrefacto  delta  del  Chang


               Jiang (como lo llamaban la mayoría de sus miles de


               compañeros) o, como lo llamaba Bud, el Yangtsé.


               Las paredes de la prisión eran líneas de estacas de


               bambú,  separadas  a  intervalos  de  unos  pocos


               metros, con tiras de plástico naranja agitándose en


               la parte alta. Habían montado un dispositivo más


               en los huesos de Bud, y sabía dónde estaban esos


               límites. De vez en cuando podía verse un cadáver


               al  otro  lado  de  la  línea,  el  cuerpo  roto  por  las


               marcas  de  los  ralladores.  Bud  los  había


               considerado  suicidios  hasta  que  vio  un  lin‐


               chamiento:  un  prisionero  que  se  creía  había


               robado  el zapato  de  otro  fue  levantado  por una


               multitud  y  pasado  de  mano  en  mano  como  un


               cantante de rock, mientras aquél intentaba agarrar


               algo durante todo el proceso. Cuando alcanzó la


               línea  de  postes  de  bambú,  le  dieron  un  último


               empujón  y  fue  arrojado;  su  cuerpo  explotó


               literalmente cuando atravesó el plano invisible del


               perímetro.








                  Pero la omnipresente amenaza del linchamiento


               era  una  irritación  menor  comparada  con  los


               mosquitos. Así que cuando Bud oyó una voz en su


               oído que le decía que se presentase en la esquina



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