Page 361 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—¡Hola!—gritó.

                      Su periquito, al que había bautizado capricho‐

               samente con el nombre de Archie, echó a volar en‐


               tre chillidos para atraer, o distraer, la atención de

               los gimnastas. Las dos figuras detuvieron sus mo‐

               vimientos, miraron abajo y saludaron a Sean. Lue‐


               go  se  separaron  haciendo  la  rueda  en  direcciones

               opuestas sobre la plataforma, hasta volver a reunir‐

               se y quedar en vertical sobre las manos y cara a ca‐


               ra. En esta postura invertida se pusieron a hacer el

               amor, despacio pero con ruidosas expresiones.


                      Sean aplaudió. Llamó a Archie para que regre‐

               sara y le mandó a buscar transporte aéreo. Luego

               se acercó a la base de la torre y la rodeó hasta en‐


               contrar  una  losa  de  mármol  que  basculó  bajo  su

               mano  para  convertirse  en  una  rampa  de  acceso.


               Ascendió por ella hasta que el contrapeso la cerró a

               sus espaldas, mientras él se veía en el núcleo cen‐

               tral de la torre, que efectivamente era hueco. La es‐


               calinata espiral trepaba por las caras del hexágono

               interior,  débilmente  iluminado  (aunque  brillante

               para su hipersentido) por la luz del sol que se fil‐


               traba a través del glande rosado de la cima.

                      Subió  hasta  llegar  al  lugar  donde,  si  aquello

               hubiera sido un vehículo espacial, se habría encon‐


               trado  el  puente  de  mando.  Tras  franquear  una




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