Page 217 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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extremo del escritorio para asegurarme de no volcarla
en un descuido sobre las valiosas páginas, e inicié la
lectura.
Que, al quedarnos un único guía del que dependía tanto
mi destino como el de los hombres que yo comandaba, me
resolví a no separarme de él en ningún momento hasta que
nuestra expedición hubiera llegado a su término para eterna
gloria del Señor.
Que nos marchamos de ese lugar en el que Hernán
González se había quitado la vida, condenándose con ello a
eternos tormentos en el Infierno. Que avanzamos en dirección
a Oriente y nos adentramos cada vez más en las selvas en las
que no había ningún camino, ni tan sólo un sendero. Que
nuestro guía Juan Nachi Cocom hallaba el camino con la
única ayuda de las estrellas y de otros signos que solamente él
comprendía, puesto que restaban ocultos a los ojos de los
españoles.
Que los soldados, a pesar de las contrariedades, se
hallaban del mejor de los humores, y por dos motivos: en
primer lugar por la indescriptible alegría que sentían al haber
dejado atrás los terribles pantanos en los que Rivas, Ferrer y
los otros habían muerto; pero también, en segundo lugar, por
ciertos rumores que se difundieron entre ellos, y que decían
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