Page 219 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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Que, al meditar acerca de sus palabras y actos, poco a
poco me convencí de que Nachi Cocom sabía acerca de dichos
tesoros mucho más de lo que osaba decir, y que tal vez temiera
guiarnos hasta ellos. Que me acordé de su compañero
ahorcado y apremié al indio a que me confesara si Hernán
González se había quitado la vida para impedirnos que
llegáramos hasta el oro y lo empleáramos para la gloria del
rey y de la Iglesia, así como para nuestro propio
enriquecimiento.
Que el guía se mostró reacio a responder, aun cuando lo
amenacé con la espada, e insistió con pertinacia en que no le
importaban ni el oro ni las piedras preciosas, y que no tenía
ninguna intención de poner su propia vida en peligro ni por
la conquista de semejante tesoro ni para defenderlo de la
corona española y de la Iglesia de los cristianos. Y luego, tras
largas vacilaciones que no osé interrumpir por cuanto
pensaba que me diría algo importante, Juan Nachi Cocom me
reveló que yo me equivocaba al pensar que el mestizo
González era un pecador y un suicida.
Que no me dijo nada más acerca de la muerte de Hernán
González. Que no golpeé a Nachi Cocom para que me dijera
la verdad, por miedo a perder su confianza, de la que esperaba
servirme para el cumplimiento de mi misión.
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