Page 244 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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centeno con queso.
El sonido se oyó en la habitación de al lado. La
puerta de ésta se había quedado entreabierta, pero no lo
suficiente como para ver desde el pasillo lo que ocurría
dentro. Se oyó con fuerza y nitidez, sin confusión
posible. A decir verdad, me llamó la atención por lo
fuerte que se oía. De todos modos, para todo se podía
hallar una explicación.
Sea como fuere, en la habitación de al lado, en la
que, naturalmente, no había nadie ni podía haber nadie,
alguien respiraba con fuerza.
Las historias de fantasmas no me habían gustado
nunca, aunque a mis seis años leyera bastante bien. Mis
padres, siempre preocupados por mi educación, habían
preferido darme libros materialistas, que afirmaban la
positividad de la vida, como los de Gianni Rodari y
Christian Pineau. No fue hasta que hube crecido y releí
mis queridos libros de infancia cuando me di cuenta de
que Christian Pineau había sido presidente de los
socialistas franceses. ¿Su traducción al ruso se debía a la
solidaridad internacional y a la coyuntura política del
momento? En cualquier caso, y desde todos los puntos
de vista, las historias que escribía eran mágicas. Pero el
autor tenía algunas obligaciones para con su elevada
posición política: en sus obras estaban prohibidos los
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