Page 241 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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primer momento no espié por la mirilla, sino que apoyé
un oído en el batiente y me quedé allí sin moverme. Oía
nítidamente el crepitar del contador de electricidad, el
chapoteo de las gotas de agua que se iban depositando
dentro de un cazo en el lavadero, los ladridos y aullidos
de los perros que estaban fuera, en la calle... Al otro
lado de la puerta no oí nada: nadie decía nada, nadie
daba ni un paso, nadie carraspeaba, para aclararme el
motivo de aquel estrépito. Al menos, tal vez pudiera
oírle respirar. Contuve el aliento, cerré los ojos...
... y entonces, de repente, retrocedí tambaleante,
como drogado. Habían vuelto a golpear tres veces en la
puerta, precisamente en el sitio donde había apoyado el
oído.
—¿Quién está ahí? —grité, a punto de estallar en
histéricos chillidos.
Aguardé respuesta, por lo menos, durante un
minuto. Se me ocurrió que si espiaba por la mirilla me
dispararían desde fuera. Como los asesinos a sueldo
que aparecen en las películas. La verdad es que era una
ocurrencia estúpida, pero no podía dejar de pensar en
la advertencia que había quedado oculta por la mancha
de sangre. Esperaba ya cualquier cosa.
Los perros del patio aullaron con más fuerza
todavía, con una voz que inspiraba compasión. Parecía
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