Page 234 - STARMAN'S QUEST - Silverberg Robert
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luego, se puso a bailar en la arena; después, se puso

              a cantar a voz en cuello una balada del espacio que

              creía  haber  olvidado,  y,  finalmente,  dio  con  su


              cuerpo en la arena.

                   Pero, aunque seguía aturdido, no lo estaba tanto

              como  para  no  darse  cuenta  de  que  se  hallaba  en


              peligro.  Haciendo  un  esfuerzo,  pudo  moderar  por

              fin el suministro de oxígeno y notó en seguida que


              se le iba despejando la cabeza.

                   Caminaba por un desierto fantástico. Venus era

              un  tumulto  de  colores,  todos  ellos  suaves:  azules,


              grises,  rojos,  verdes.  El  cielo,  o  más  bien  la  capa

              nebulosa, dominaba con su color rosa la atmósfera.


              Era un mundo mudo… un mundo muerto.

                   El  muchacho  veía  a  lo  lejos  los  restos  de  la

              astronave; más allá de éstos, empezaba a elevarse el


              terreno  de  una  manera  imperceptible  hacia  una

              colina  que  tenía,  aquí  y  allá,  afloramientos  capri‐

              chosos  que  parecían  obra  de  un  escultor  de  ima‐


              ginación delirante

                   Un cuarto de hora después llegó al lugar en que

              estaba la nave, mejor dicho, el esqueleto de ésta. No


              se  había  estrellado.  Durante  los  siglos  que  había

              transcurrido, los vientos cargados de arena habían


              corroído  el  metal  que  era  su  carne  y  su  piel,  no

              dejando más que la osamenta pelada, la armazón.



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