Page 1037 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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cosa. Una cosa —grande, reluciente, quizá de acero, con

           un par de mandos y dos sillas de montar—. La vio con


           claridad, porque salía luz de un bastón que sostenía el

           jinete  que  se  encontraba  más  atrás.  Los  dos  hombres

           vestían prendas negras y ajustadas. Hacían que las manos


           y caras resaltasen en blanco, sin mácula, sobrenaturales.



                 El fraile se puso en pie de un salto. Gritó. Las palabras

           no eran español.



                 En ese parpadeo de tiempo, Castelar vio asombro en

           los  extraños.  Si  eran  magos  o  demonios  venidos


           directamente  del  infierno,  no  eran  todopoderosos,  no

           frente a Dios y sus santos. Castelar agitó la espada. Se

           lanzó al ataque.



                 —¡Santiago y cierra España! —rugió, el antiguo grito

           de batalla de su gente mientras expulsaban a los moros


           de España hacia África. Haría un escándalo tan grande

           que los guardias de fuera lo oirían y…



                 El  jinete  delantero  levantó  un  tubo.  Parpadeó.

           Castelar se hundió en la nada.
















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