Page 617 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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Aunque  estaban  mortalmente  cansados,  los  godos

           resistieron,  y  cosecharon  hombres  por  centenares.


           Ciertamente Dagoberto había montado bien su trampa.

           Cuando tuvo las primeras noticias del ejercito invasor —

           que asesinaba, violaba, saqueaba y quemaba— convocó a


           su gente para unirse bajo un estandarte común. No sólo

           los  tervingos,  también  los  colonos  vecinos  prestaron

           atención.  Atrajo  a  los  hunos  hasta  esa  hondonada  que


           llevaba al Dniéper, donde la caballería tenía poco espacio,

           antes  de  que  sus  fuerzas  principales  cayesen  sobre  las

           crestas a cada lado y bloqueasen la retirada.



                 Su  pequeño  escudo  redondo  estaba  hecho  añicos.

           Tenía el casco abollado, la malla rota, la espada mellada,


           el cuerpo convertido en una única contusión. Pero aun así

           estaba de pie al frente del centro godo, y sobre él volaba

           su estandarte. Cuando llegó el ataque, se movió como un


           gato montés.


                 El caballo era enorme. Vio al hombre que lo montaba:


           bajo  pero  ancho,  cubierto  con  pieles  apestosas  bajo  la

           escasa  armadura  que  llevaba,  la  cabeza  afeitada

           exceptuando una cola, la fina barba en trenzas, una cara


           de gran nariz que era odiosa por el dibujo de las cicatrices.

           El huno portaba una única hacha de mano. Dagoberto se

           apartó mientras los cascos golpeaban el suelo. Atacó, y en



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