Page 618 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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el camino se encontró con la otra arma. Resonó el acero.
Las chispas saltaron en el crepúsculo. Dagoberto deslizó
la hoja a un lado y golpeó la cadera del jinete. Hubiese
sido un corte mortal si la hoja hubiese estado afilada.
Como estaba, salió sangre. El huno se quejó y atacó de
nuevo. Dio de lleno al casco godo. Dagoberto se
tambaleó. Recuperó el equilibrio… y su enemigo había
desaparecido, atrapado en el remolino de la batalla.
Desde otro caballo, de pronto frente a él, saltó una
lanza. Dagoberto, medio atontado, la recogió entre cuello
y hombro. El huno lo vio hundirse, y presionó sobre el
agujero abierto en las líneas godas. Desde el suelo,
Dagoberto lanzó su espada. Golpeó al huno en el brazo y
le hizo soltar la lanza. El compañero de Dagoberto más
cercano lo golpeó con una pica. El huno cayó. El cuerpo
salió arrastrado por el estribo.
De pronto ya no hubo lucha. Desorganizados,
aterrados, los enemigos que quedaban con vida huían.
No como un grupo, sino cada uno por sí mismo, salieron
en estampida.
—A por ellos —pudo decir Dagoberto desde donde
estaba—. Que no quede ni uno libre… vengad nuestros
muertos, haced que nuestra tierra sea segura… —Débil,
golpeó el talón del que portaba su estandarte. El hombre
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