Page 615 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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Durante todo ese día, ardió la batalla. Una y otra vez
los hunos se lanzaron contra las defensas godas, como
olas tormentosas que golpeasen un acantilado. Las
flechas oscurecían el cielo donde se alzaban las lanzas, se
agitaban los estandartes, la tierra se agitaba por el
estruendo de los cascos, y los jinetes cargaban. Guerreros
a pie, los godos se mantenían firmes en sus formaciones.
Las picas se apresuraban al frente, las espadas, hachas y
picos relucían, los arcos se tensaban y las hondas volaban,
los cuernos rugían. Cuando llegaba el momento, los
gritos profundos contestaban a los agudos gritos de
guerra de los hunos. Después fueron puñaladas, jadeos,
sudor, matanza y muerte. Cuando los hombres caían, pies
y cascos destrozaban los torsos y convertían la carne en
una ruina roja. El hierro alborotaba en los cascos, vibraba
en las mallas, golpeaba la madera de los escudos y el
cuero endurecido de las corazas. Los caballos se
revolcaban y gritaban, con las gargantas atravesadas o los
jarretes paralizados. Los hombres heridos gruñían e
intentaban atacar o luchar. Rara vez alguien estaba
seguro de a quién había golpeado o quién le había
atacado. La locura te llenaba, te dominaba, oscurecía el
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