Page 619 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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llevó el estandarte por delante, y los godos lo siguieron,

           matando, matando. Ciertamente pocos fueron los hunos


           que regresaron a casa.



                 Dagoberto  se  agarraba  el  cuello.  La  punta  había

           penetrado por la derecha. La sangre salía a borbotones. El

           estruendo de la guerra se desplazó. Más cerca se oían los


           gritos de los tullidos, hombres y caballos, y de los cuervos

           que  volaban  bajo.  Ésos  también  se  fueron  apagando.

           Buscó con los ojos la última luz del sol.



                 El aire se estremeció y resplandeció. El Errante había


           llegado.



                 Desmontó  de  su  extraña  cabalgadura,  se  arrodilló

           sobre el barro, puso la manos sobre la herida de su hijo.



                 —Padre  —susurró  Dagoberto,  un  gorjeo  entre  la

           sangre que le llenaba la boca.



                 La angustia cubrió el rostro que recordaba como serio

           y remoto.




                 —No  puedo  salvarte…  no  podría…  ellos  no  lo

           harían… —farfulló el Errante.



                 —¿Hemos… ganado?



                 —Sí. Os libraréis de los hunos durante muchos años.


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