Page 713 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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                 La  noche  había  caído  tarde.  La  luna,  aunque  casi


           llena, seguía oculta. Las estrellas arrojaban su brillo sobre

           colinas  y  bosques,  donde  yacían  las  sombras.  El  rocío

           empezaba a relucir sobre las piedras. El aire estaba frío y

           quieto excepto por el retumbar de los cascos al galope.


           Brillaban  yelmos  y  lanzas,  elevándose  y  ocultándose

           como olas bajo una tormenta.



                 En el mayor de sus salones, el rey Ermanarico bebía

           con sus hijos y la mayoría de sus guerreros. Los fuegos


           ardían, silbaban y chasqueaban en sus fosos. La luz de las

           lámparas brillaba entre el horno. Cornamentas, pilotes,

           tapices y tallas parecían moverse frente a las paredes y

           columnas, como hacía la oscuridad.




                 En los brazos y alrededor de los cuellos relucía el oro;

           los vasos entrechocaban y las voces sonaban fuertes. Los

           esclavos iban de un lado para otro sirviendo. Por encima,

           las tinieblas fluían sobre las vigas y llenaban el techo.



                 Ermanarico estaba feliz. Sibicho le daba la lata:



                 —Señor,  no  deberíamos  entretenernos.  Os  lo


           concedo, un ataque directo contra el jefe guerrero de los


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