Page 716 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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Ermanarico se sentó en la silla alta y miró por encima

           de los cascos de sus guardias.




                 —Hathawulf Taharsmundsson, ¿qué nueva traición

           planeas? —lanzó al otro lado del salón.



                 El tervingo levantó en alto la espada chorreante.



                 —Hemos venido a limpiar la tierra de tu presencia —

           gritó.



                 —Ten cuidado. Los dioses odian a los traidores.



                 —Sí —contestó Solbern a la altura de su hermano—,


           esta  noche  Wodan  te  llevará,  a  ti  que  rompes  los

           juramentos, y maldita es la casa a la que te llevará.



                 Entraron  más  invasores;  Liuderis  los  dispuso  en

           formación.



                 —¡Adelante! —rugió Hathawulf.



                 Ermanarico había estado dando sus propias órdenes.

           Sus  hombres  carecían  en  su  mayoría  de  cascos,  cotas,


           escudos y armas largas. Pero cada uno llevaba al menos

           un  cuchillo.  Tampoco  los  tervingos  vestían  demasiado

           hierro.  Eran  en  su  mayoría  terratenientes,  que  podían


           permitirse poco más que una chapa de metal y una cota

           de cuero endurecido, y que iban a la batalla sólo cuando


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