Page 95 - El largo viaje a un pequeño planeta iracundo - Becky Chambers
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—Hola,  tú  —dijo  Lovey  cuando  Jenks  entró  en  la


          cámara de la IA.



          —Hola,  tú  también  —contestó  Jenks,  inclinándose

          para desatarse las botas. Se las quitó y se puso un par


          de sandalias que nunca habían salido de aquella sala.


          Le parecía que caminar por allí con calzado sucio y

          mugriento  era  bastante  maleducado.  Las  paredes


          estaban cubiertas con paneles de circuitos, cada uno


          un componente vital de la infraestructura de Lovey; a


          efectos prácticos, su cerebro. En el centro de la sala

          estaba  su  núcleo  central,  que  descansaba  en  un


          pedestal dentro de un pozo a temperatura regulada.


          Jenks  pasaba  mucho  tiempo  en  el  pozo,  aunque  su

          trabajo  no  lo  requiriera,  y  entrar  con  las  botas  le


          parecía  como  besar  a  alguien  por  la  mañana  sin


          haberse lavado los dientes.



          —¿Has tenido un buen día? —preguntó ella.



          Él sonrió.


          —Sabes cómo ha sido mi día. —Lovey tenía cámaras


          y  sensores  por  toda  la  nave.  Mantenía  una  mirada


          protectora  en  ellos  a  todas  horas.  Era  reconfortante


          saber  que  un  accidente  o  una  lesión  no  pasarían

          inadvertidos,  incluso  en  el  rincón  más  recóndito.


          Lovey siempre estaba allí para pedir ayuda. Pero era


          el  tipo  de  detalle  que  hacía  que  un  hombre  se

          contuviese de rascarse las pelotas o meterse el dedo


          en  la  nariz.  Tener  una  IA  rondando  obligaba  a


          comportarse.







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