Page 17 - En los muros de Eryx - H.P. Lovecraft
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sobre un pequeño montículo que se alzaba en el
limo parecía más bien extraña. Ahora —a unas
cien yardas— pude distinguir con claridad, a
pesar de la creciente niebla, qué era exactamente
aquel montículo. Se trataba del cadáver de un
hombre vestido con el traje de cuero de la
Crystal Company, tendido de espaldas y con la
máscara de oxígeno medio enterrada en el barro,
a unas pulgadas de él. En su mano derecha,
apretado convulsivamente contra el pecho, tenía
el cristal que me había guiado hasta allí: era un
esferoide de increíble tamaño, tan grande que los
dedos del muerto apenas lo abarcaban.
Incluso a esa distancia pude observar que el
cadáver era reciente. Apenas se apreciaba
descomposición, y pensé que en ese clima tal cosa
significaba que no llevaba muerto más de un día.
No tardaría en acudir un enjambre de moscas
farnoth. Me pregunté quién sería. Sin duda, nadie
a quien yo hubiera conocido en este viaje. Quizá
se tratara de uno de los veteranos que habían
salido a efectuar un largo recorrido y que había
llegado a esta región especial con independencia
del plan de Anderson. Ahí yacía, más allá de toda
preocupación, y con los rayos del gran cristal
brotando entre sus dedos rígidos.
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