Page 6 - En los muros de Eryx - H.P. Lovecraft
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Me gustaría recorrer la selva de Venus sin tener


               que preocuparme de que aparezca algún grupo


               de  estas  hoscas  criaturas,  ni  de  esquivar  sus


               malditos dardos. Puede que fuera lógico antes de


               que  empezáramos  a  llevarnos  cristales;  pero


               ahora se han convertido verdaderamente en una


               molestia de lo más enojosa, ya que no paran de



               lanzarnos dardos y de cortarnos las tuberías del


               agua.







               Cada  vez  estoy  más  convencido  de  que  están



               dotados de una sensibilidad especial semejante a


               la de nuestros detectores de cristales. No se sabe


               que hayan molestado a ningún hombre excepto


               tirándole dardos de lejos—, a menos que llevara


               cristales encima.








               Hacia  la  una  de  la  tarde,  un  dardo  casi  me


               arrancó el casco, y por un segundo pensé que me


               había  perforado  los  cilindros  de  oxígeno.  Los


               sigilosos  demonios  no  habían  hecho  el  menor


               ruido, a pesar de que tenía encima tres de ellos.








               Acabé  con  todos  barriendo  en  círculo  con  mi


               pistola lanzallamas, pues, aunque su color hacía


               que se  les confundiera  con  la  vegetación, pude



                                                                                                              6
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