Page 11 - En los muros de Eryx - H.P. Lovecraft
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Menos de una hora después, la vegetación
empezó a aclarar, y hacia las cinco — después de
atravesar una franja de helechos gigantes con
muy poca maleza— salí a una meseta ancha y
musgosa. Ahora podía caminar más de prisa, y
por las oscilaciones de la aguja del detector vi que
me estaba acercando al cristal que buscaba. Era
extraño, porque la mayoría de los esferoides se
encuentran por los arroyos de la selva; de manera
que no era corriente que apareciesen en un
terreno elevado y sin árboles como éste.
El terreno ascendía basta terminar en una cresta
definida. Llegué a lo alto hacia las 5,30, y ante mí
descubrí una llanura muy extensa, con un bosque
a lo lejos. Esta era, sin lugar a dudas, la meseta
que Matsugawa había registrado desde el aire
cincuenta años antes, y que nuestros mapas
denominan «Erys» o «Meseta Ericinia». Pero lo
que hizo que me latiera el corazón con violencia
fue un detalle más pequeño, cuya posición no
distaba demasiado, quizá, del centro exacto de la
planicie. Era un simple punto luminoso,
centelleante a través de la niebla, que parecía
reflejar la luminosidad penetrante y concentrada
de los rayos amarillentos de sol empañados por
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