Page 7 - En los muros de Eryx - H.P. Lovecraft
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percibir el movimiento de las enredaderas. Uno


               de ellos medía unos ocho pies de altura y tenía un


               hocico  de  tapir.  Los  Otros  eran  de  tamaño


               corriente, unos siete pies. Lo único que hace que


               sigan siendo un problema es su número; hasta un


               simple regimiento de lanzallamas podría acabar


               con  ellos.  Es  curioso,  sin  embargo,  cómo  han



               llegado a dominar el planeta. No hay otros seres


               más grandes, salvo los contorsionantes akmans y


               skorahs,  o  los  tukahs  voladores  del  otro


               continente…,  a  menos,  por  supuesto,  que  los


               agujeros de la Meseta Dionea estén habitados.








               Hacia  las  dos,  mi  detector  viró  hacia  el  Oeste,


               indicando cristales aislados delante de mí, hacia


               la derecha. Lo comprobé con las referencias de


               Anderson, y modifiqué mi marcha. El avance se


               me hizo más difícil, no sólo porque el terreno se


               elevaba, sino porque la vida animal y las plantas


               carnívoras  eran  más  abundantes.  Andaba



               constantemente  acuchillando  ugrats  y  pisando


               skorahs, y tenía el traje de cuero todo salpicado


               de reventar los darobs que salían de todas partes.


               El sol molestaba a causa de la niebla, y no parecía


               secar el barro lo más mínimo. Cada vez que daba


               un  paso,  el  pie  se  me  hundía  cinco  o  seis


               pulgadas, y sonaba un blup succionante cada vez




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