Page 174 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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su interior. ¡Pete! No podía creer que estuviera allí,


            como  tampoco  podía  explicar  con  palabras  lo


            mucho que había anhelado un poco de compañía


            humana. Ahora podría marcharse, alejarse de allí


            para siempre y olvidar todo lo que había visto.



            Entonces, como si le hubiera leído el pensamiento,


            Pete le pasó un brazo por la espalda y le dio un par



            de palmadas. Era un gesto cariñoso, desde luego, y


            Joe agradeció el contacto y la muestra de afecto.



            —He venido en cuanto he podido —explicó Pete.



            —Yo… ¿Lo sabes? No… No sabes lo que…



            —Ssshhh  —interrumpió  Pete—.  Termina  de



            despertarte. Haré café, si es que queda algo de leche


            en  esta  casa,  y  si  no  queda  lo  beberemos  solo.  Y


            entonces hablamos. ¿De acuerdo?



            —Pero, Pete —protestó Joe—. Tenemos que irnos.



            —Ya  hablaremos  de  eso  —respondió  Pete—.



            Primero el café.



            Joe asintió.



            El café, por cierto, estaba caliente y delicioso. Joe


            descubrió  que  su  estómago  respondía  con


            verdadera  avidez;  llevaba…  ¿dos,  tres  días  sin


            probar bocado? Devoró un par de bollos que Pete


            pudo encontrar en la despensa como si fuesen la



            delicatessen más celebrada del sur de Francia.



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