Page 384 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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dubitativo, por encima de su hombro y desaparece.
Ahora conduce por una transitada avenida. Es un
coche nuevo, al menos para él, porque acababa de
adquirirlo en una tienda de segunda mano. Aún
tiene doscientos treinta y seis dólares en el bolsillo
y todo el fin de semana por delante.
Joe es expulsado.
Cae sobre una especie de fango negro, similar a la
bazofia putrefacta de una pocilga donde come una
piara de cerdos. Huele a vísceras, a quirófano, a
semen. Joe tiene la sensación de estar metiendo la
nariz en los intestinos de un animal que acabara de
abrir en canal. Es la simiente de todo lo orgánico.
Mira entonces hacia delante y se queda mudo,
incapaz de absorber toda la información que se le
presenta. Poco a poco, sus ojos recorren la escena y
empieza a asimilarlo. Se trata de un espacio
inconmensurable, inabarcable, que se extiende
hasta donde alcanza la vista. Todo es de un
predominante color rojo intenso, vivo, como la
sangre. Unas formaciones imposibles bajan desde el
techo, invisible a causa de la distancia, hacia un
abismo por el que se desplaza una neblina roja. Son
como repulsivas columnas que laten y se mecen
suavemente, gordas e hinchadas como venas
plagadas de pequeños sacos de materia orgánica.
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