Page 418 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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Los archidemonios corren hacia la brecha. Son
grandes, y sus lenguas, ágiles. Aniquilan a las luces
con una velocidad espantosa. Pero estas no cesan en
su empeño: siguen intentando traspasar el portal.
Alrededor, todo se desmorona. Una de las
columnas de carne, con el flujo vital interrumpido,
se viene abajo con un estrépito ensordecedor. Cae
desde arriba a una velocidad desorbitada que la
hace parecer una serpiente moviéndose hacia abajo
hasta que asoma el extremo, terminado en una
obscena punta redondeada que recuerda a un pene.
Desaparece al fondo, consumida por la neblina roja.
El portal es golpeado por cientos de luces, y el
número sigue creciendo rápidamente. Todas se
dirigen hacia allí. Empujan, forcejean, se agolpan
formando una luz intensa que ilumina toda la
escena. La brecha reverbera a gran velocidad y
empieza a emitir un ruido espeluznante,
demasiado agudo e intenso para ser soportado por
ningún oído humano. Cuando se juntan miles de
almas, sin embargo, la luz intensa empieza a tener
un efecto: ni las sombras ni los archidemonios
pueden soportarlo. Retroceden, vacilan, palidecen,
enferman. Su oscuridad interior no puede resistir la
increíble luminosidad y empiezan a perder
consistencia. Suenan chillidos escalofriantes y se
rasgan, quebrados por estrías de un blanco
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