Page 415 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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cuajado de rutilantes estrellas que alguien hubiera


            acercado para su contemplación.



            Entonces comienzan los chillidos.



            Las  sombras  gritan,  se  estremecen,  empiezan  a


            volar en todas direcciones, tan sorprendidas como



            superadas.  Y  chillan.  Sus  aullidos  lo  llenan  todo.


            Los cordones umbilicales se han vuelto delgados y


            lacios y pierden su conexión con las plataformas,


            que  ahora  son  una  masa  negruzca  y  chorreante.


            Empiezan  a  desprenderse.  Algunos  quedan


            colgando como lianas en una jungla de pesadilla.



            Joe no puede soportarlo en absoluto. Los sonidos le



            taladran la cabeza como pistolas hidráulicas. Cae al


            suelo, de rodillas, con las manos sobre los oídos y la


            boca tan abierta que parece una aberrante versión


            de carne y hueso de la obra de Munch. Luego, los


            tímpanos le estallan. El dolor es tan intenso que no


            puede  pensar,  es  como  si  hubiera  detonado  una


            bomba dentro de su cabeza, eclipsando cualquier


            otro pensamiento o sensación. Cuando el dolor va


            remitiendo,  sin  embargo,  se  da  cuenta  de  que  se



            encuentra sumergido en un absoluto silencio.



            Se ha quedado sordo.



            Mientras  tanto,  las  luces  que  han  sido  liberadas


            empiezan  a  moverse.  Son  tantas  que  inundan  el


            lugar de un tinte azulado y extrañamente hermoso.



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