Page 169 - El Jugador - Iain M. Banks
P. 169

Al cuarto día empezó a tener la sensación de que si no


            hacía nada, no hablaba con nadie, no se comunicaba, no

            escribía y no se alejaba demasiado de la casa no ocurriría

            nada.  Intentó  convencerse  de  que  Mawhrin‐Skel  podía


            haber desaparecido para siempre. Quizá Contacto se lo

            había llevado o le había comunicado que podía volver al

            servicio activo. Quizá había sucumbido a la locura y se


            había internado en el espacio; quizá se había tomado muy

            en serio el viejo chiste sobre los enumeradores estiglianos

            y había decidido contar todos  los granos de  arena que

            había en una playa...


                  Hacía un día magnífico. Gurgeh estaba sentado en una

            de las gruesas ramas inferiores de un pan solar del jardín

            de  Ikroh  atisbando  por  entre  el  telón  de  hojas.  Un

            pequeño  rebaño  de  feiles  había  salido  del  bosque  para


            devorar las moras de vino de los arbustos que había a un

            extremo  del  primer  nivel  de  la  pradera.  Los  tímidos

            animales flacos como palos estaban sacando el máximo


            provecho  posible  a  las  capacidades  de  camuflaje  de  su

            piel  y  tiraban  nerviosamente  de  los  tallos  situados  a

            menos  altura.  Sus  mandíbulas  se  movían  a  toda


            velocidad  y  sus  cabezas  triangulares  oscilaban

            continuamente a un lado y a otro.






                                                                                                         168
   164   165   166   167   168   169   170   171   172   173   174