Page 251 - El Jugador - Iain M. Banks
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y le había parecido que sería razonablemente espacioso,

            aunque nunca podría estar a la altura de Ikroh.


                  Aprendió más cosas sobre el Imperio, su historia, su

            política,  su  filosofía  y  su  religión,  sus  creencias  y

            costumbres y sus distintos sexos y subespecies.


                  No tardó en tener la impresión de que el Imperio era

            un  amasijo  de  contradicciones  insoportablemente

            vividas, un sistema social que lograba el milagro de ser


            patológicamente  violento  y,  al  mismo  tiempo,

            lúgubremente  sentimental,  asombrosamente  bárbaro  y

            sorprendentemente  sofisticado,  fabulosamente  rico  y

            aterradoramente  pobre  (pero  también  inequívoca  e


            innegablemente fascinante).

                  Y, tal y como le había dicho Worthil, la única constante

            que  impregnaba  toda  la  enloquecedora  variedad  de  la

            vida azadiana era el juego. El juego estaba presente en


            todos los niveles de la sociedad como si fuese un tema

            musical enterrado en una cacofonía de ruidos, y Gurgeh

            empezó a comprender lo que había querido decir Worthil


            cuando le explicó que Contacto sospechaba que el juego

            era lo que mantenía unido al Imperio. Aparte del juego,

            no parecía haber nada más que pudiera justificar el que


            siguiese en pie.

                  Se acostumbró a pasar un rato cada día nadando en la






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