Page 316 - El Jugador - Iain M. Banks
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loca y tuvo suerte de que se conformaran con expulsarla.

            Si  hubiera  nacido  en  Azad  le  habrían  repasado  los


            orificios con sanguijuelas ácidas antes de que la puerta de

            la prisión se cerrara a su espalda. Me basta con pensar en

            ello para sentir deseos de cruzar las piernas.


                  Antes  de  que  Gurgeh  pudiera  replicar  o  Za  seguir

            hablando  oyeron  un  terrible  estruendo  procedente  del

            inicio de la gran escalinata, un ruido bastante parecido al


            que  podrían  hacer  miles  de  botellas  rompiéndose  al

            mismo tiempo. El gran salón vibró con los ecos.

                  ‐‐Maldición, es el Emperador... ‐‐dijo Za, y se puso en

            pie.  Movió  la  cabeza  señalando  la  jarrita  de  Gurgeh‐‐.


            ¡Bebe, hombre!

                  Gurgeh se puso en pie lentamente y colocó la jarrita

            entre los dedos de Za.

                  ‐‐Acábala. Creo que sabrás apreciarlo más que yo.


                  Za  volvió  a  poner  el  corcho  en  su  sitio  e  hizo

            desaparecer la jarrita entre los pliegues de su túnica.

                  El  inicio  de  la  escalinata  se  había  convertido  en  un


            hervidero de actividad. El gentío que llenaba la gran sala

            había  empezado  a  moverse  y  estaba  formando  una

            especie de pasillo  humano que  iba  desde  el final de  la


            escalinata  hasta  un  trono  inmenso  colocado  sobre  un

            estrado de poca altura protegido por un dosel dorado.






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