Page 67 - El Jugador - Iain M. Banks
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que se destruirían, las presas que obstruirían el curso de

            los ríos, los paisajes que se crearían y los estuarios que


            quedarían bloqueados si los glaciares fuesen capaces de

            licuarse  y  volver  a  congelar  partes  de  sí  mismos  a

            voluntad, tal y como ocurría en el programa. El juego era


            bastante divertido, pero no tenía nada de original y una o

            dos horas después Gurgeh decidió olvidarse de él.

                  Pasó  gran  parte  del  día  siguiente  nadando  en  la


            piscina del sótano de Ikroh, aprovechando los ratos en

            que  practicaba  la  braza  de  espaldas  para  dictar.  Su

            terminal  de  bolsillo  le  seguía  por  la  piscina  flotando  a

            unos centímetros de su cabeza.


                  A finales de la tarde una mujer y su hija salieron del

            bosque y decidieron hacer una parada en Ikroh. Ninguna

            de las dos parecía haber oído hablar de él. La casualidad

            había hecho que pasaran por allí y decidieran descansar


            un rato. Gurgeh las invitó a tomar una copa y les preparó

            un  almuerzo  algo  tardío.  Las  mujeres  dejaron  sus

            jadeantes monturas a la sombra junto a la casa y los robots


            se encargaron de darles agua. Gurgeh habló con la madre

            aconsejándole sobre cuál era la ruta más espectacular que

            podían  seguir  cuando  ella  y  su  hija  reemprendieran  la


            marcha y regaló a la niña una pieza de un juego Bátaos

            llena de tallas y adornos que no había dejado de admirar






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