Page 706 - El Jugador - Iain M. Banks
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hablando Nicosar no se apartaba del Emperador. Cuando
volvió a su asiento Gurgeh miró al coronel y creyó ver
lágrimas deslizándose por sus mejillas.
Nicosar había estado sentado. El Emperador se puso
en pie, cogió cuatro cartas de elementos y fue hasta el
centro del tablero.
Gurgeh quería gritar o levantarse de un salto. Quería
hacer algo, lo que fuese, pero tenía la sensación de que
unas raíces invisibles le habían unido al suelo dejándole
paralizado. Los guardias se habían puesto un poco más
tensos. Gurgeh clavó la mirada en las manos del
Emperador y vio que estaban temblando. La tormenta
golpeaba los troncos de los arbustos cenicientos
haciéndolos oscilar con el salvaje desdén de un
organismo consciente y enfurecido. Un haz de claridad
anaranjada se deslizó sobre las copas de las plantas, se
retorció durante unos segundos contra el telón oscuro
que había detrás de él y fue desvaneciéndose poco a poco.
‐‐Oh, mierda santísima... ‐‐murmuró Flere‐Imsaho‐‐.
Sólo faltan cinco minutos para que llegue.
‐‐¿Qué?
Gurgeh se volvió hacia la máquina.
‐‐Cinco minutos ‐‐dijo la unidad, y se las arregló para
producir una imitación muy realista del tragar saliva‐‐.
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