Page 708 - El Jugador - Iain M. Banks
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micrófono que llevaba en el hombro. El castillo tembló.
Una serie de ondas expansivas recorrieron el salón
haciéndolo vibrar.
Las piezas se tambalearon sobre el tablero. Los
espectadores se pusieron en pie y empezaron a gritar. Los
paneles de cristal se agrietaron en sus marcos y cayeron
sobre las losas haciéndose añicos, dejando que la voz
aullante de la tempestad entrara en el salón seguida por
una estela de hojas. Una hilera de llamas apareció sobre
las copas de los arbustos cenicientos y llenó de fuego la
base de la negrura hirviente en que se había convertido el
horizonte.
Nicosar colocó la siguiente carta de fuego, esta vez
sobre una carta de tierra. El castillo pareció removerse
bajo los pies de Gurgeh. El viento que entraba por las
ventanas hizo rodar las piezas de menos peso igual que si
fuese una invasión tan absurda como incontenible y tiró
de las túnicas del Adjudicador y sus ayudantes. Los
espectadores habían empezado a abandonar los grádenos
y tropezaban los unos con los otros en un frenético intento
de llegar a las salidas. Los guardias ya habían alzado sus
armas.
El cielo estaba lleno de llamas.
Nicosar colocó la última carta de fuego sobre la de la
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