Page 107 - La Nave - Tomas Salvador
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ingenio humano. Si nuestros antepasados fueron
capaces de construir una cosa semejante, no me
queda más que expresarles mi admiración sin
límites. Porque tan enorme y costosa masa no tenía
su mayor importancia en su volumen, con ser tan
enorme, sino en la compleja estructura que la
convertía en un mundo habitable, apto para
cualquier contingencia: largo viaje, larga estancia y
lenta aclimatación en otro mundo. La Nave no tenía
esas dimensiones por puro capricho: debía alojar,
alimentar y proteger a diez mil personas; a los
cerebros electrónicos; a los aparatos del
«Transitador»; a las factorías reversibles; a los
jardines y granjas hidropónicas, y a los mil
automatismos auxiliaras que la convertía en un
círculo de energía. Era, y es, un portentoso conjunto
de las mejores conquistas humanas en el campo de
la física, la genética, la electrónica, la cibernética, la
química y la termodinámica. El cronista de la
segunda generación dice que estaba basado en el
principio del mismo universo: Nada se crea ni nada se
destruye, sino que todo se transforma. Lo que en Física
era, por ejemplo, la conservación de la energía, tuvo
aplicación similar en todas las ramas del saber
humano. La Nave, despojada del enorme peso
muerto de motores impulsores y sus combustibles,
era una «convertidora‐repositora de la materia».
Todo su complejo mecanismo tendía a este fin.
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