Page 105 - La Nave - Tomas Salvador
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materialmente al Espacio, rota la pereza de la
materia. Colocarla dentro del «pasillo» o campo
magnético era la segunda fase de la maniobra y
debía ser llevada a cabo automáticamente por una
serie de aparatos que podían efectuar cálculos y
ecuaciones imposibles para el hombre. La primera
parte del vuelo salió a la perfección. Recuerdo
perfectamente la anotación de André Chacot, hecha
el primer día de vuelo: ¡Hemos saltado! ¡Hemos
vencido! La enorme masa de «La Nave» (él lo
entrecomillaba) se encuentra en el vacío. La emoción es
inenarrable entre aquellos que se han repuesto de los
horrores de la aceleración. La Tierra es apenas una bola
brillante y nos alejamos de ella rápidamente. Dentro de
«La Nave» el nivel de gravedades funciona
perfectamente. El espectáculo del firmamento es algo
grandioso. Las estrellas no se ven como desde la Tierra,
formando una unidad a modo de telón de fondo, sino que
se observan escalonadas en profundidad. El fenómeno es
impresionante, único; están arriba, abajo, por los lados.
DESDE AQUÍ SÍ QUE SE TIENE NOCIÓN DE LO
QUE SON LAS DISTANCIAS. Anoto, sin embargo,
un extraño fenómeno. Asomarse a los ventanales es como
colocarse boca abajo en un precipicio sin fondo, teniendo
además la sensación de la caída. El resultado es un vértigo
espantoso que deja los cuerpos enervados e inútiles por
algunas horas. Ello amarga algo nuestra sensación de
triunfo. Pero no importa. ¡Adiós, viejo planeta; tus hijos
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