Page 336 - La Nave - Tomas Salvador
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«No habrá rico ni pobre, humilde o poderoso.»


            ¡Cuida con lo que haces, Navarca impetuoso!



               Rieron los ancianos. Elio tomó después la voz:



               —Falta le harán tus cuidados. Hipo, al primer


            Navarca wit, Shim el manco. ¿Dónde tiene sus


            manos?



               Dijo, y calló, e Hipo siguió la burla ingenua:



               —Aquí. Ya ves, Shim, qué no todo fue kisy.


            Elio y sus hijos trajeron sus tesoros y yo corté.


            No son manos de carne. Shim, no te hagas


            ilusiones;


            pero habrás comenzado a recobrar tu tacto. Toma.



               Dijo, y calló, ofreciendo el tesoro: unas manos


            del metal más flexible de la Nave, cual feto apenas


            formado. Tenían un gancho por abajo y una


            muesca



            superior. Asían y sostenían. El Navarca ofreció


            sus muñones, gozoso y asombrado, por el don de


            los


            viejos. Hipo las dejó firmes con unas ligaduras,


            y Shim recordó en ellas las manos del pasado.


            Sonrió tristemente y hubiera maldecido de haber


            estado solo. Mas era injusta paga y dijo



            conmovido:


               —Gracias. Elio, Hipo; gracias a todos. En verdad


            os digo que junto a los albinos siempre fui



            sorprendido.

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