Page 170 - Triton - Samuel R. Delany
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amarillos y elaboradas manecillas)—. ¿Sé lo que voy a
hacer...? ¡Sí! —Le miró de frente con grandes y
parpadeantes ojos, se apretó las mejillas entre las
palmas—. ¡Tengo que correr! La compañía me está
aguardando. Has sido un amor, de veras. ¡Adiós! —Se
volvió. Y echó a correr. Sus pantalones rojos aletearon en
la oscuridad.
Bron se quedó allí de pie, desnudo y confuso, en la
vacía calle del sector no restringido, donde cualquier
cosa, cualquier cosa, podía ocurrir. Permaneció allí
durante un rato, pensando en lo que había ocurrido,
pensando en sí mismo, mirando al reloj, o a la oscuridad
por donde ella había desaparecido.
Cruzando los carriles, arrastrando los pies, se
acercaban dos murmuradores. Uno de ellos, una mujer,
con los ojos fuertemente cerrados, la cabeza inclinada,
agitaba un cuenco azul de plástico. Conducía al otro, un
hombre mucho más viejo que ella, por la mano: sus ojos
estaban cubiertos por un trozo de tela.
Sus voces, bajas y susurradas, parecían retorcerse y
entrelazarse, separarse y juntarse. El mantra de la mujer
era largo, una sucesión de sonidos pronunciables e
impronunciables. El del hombre, en una nota sostenida,
desgranado con una voz raspante... Bron tuvo que
escucharlo cinco veces antes de poder estar seguro: y, por
aquel entonces, ya había alcanzado el otro lado de la
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