Page 491 - Triton - Samuel R. Delany
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desapareciera el anestésico, se sentiría tan dolorida como

           después de un parto natural moderadamente difícil. Le


           habían  asegurado  un  montón  de  otras  cosas:  que  sus

           hormonas  se  ocuparían  por  sí  mismas  de  la

           redistribución de la grasa (así como de su ceja demasiado


           poblada)  en  un  par  de  semanas.  Había  pedido  más

           cirugía  cosmética  para  eliminar  parte  de  la  fibra


           muscular de sus brazos; y, ¿podían hacer sus muñecas

           más delgadas? Sí, podían, por supuesto..., pero espere, le

           habían dicho. Vea cómo se siente dentro de una o dos


           semanas. El cuerpo ya había sufrido suficiente trauma en

           una sesión de seis horas..., o, para ser más exactos, de seis

           horas y diecisiete minutos.


                Con una mano en la puerta emplomada verde y roja

           de la Casa de la Serpiente, sintió que dentro de ella nacía

           una convicción, junto con una alegría embrumada por las


           drogas que la condujo hacia las lágrimas: «No pertenezco

           aquí»;  y  que  terminaba,  como  una  copla  que  esperaba


           que rimara: «pese a los horrores de la guerra». Pero no

           rimaba.

                Mientras caminaba por el pasillo se dio cuenta, con


           una especie de regocijo secundario, que no sabía adonde

           pertenecía.  Todo  delante  de  ella  era  una  aventura ‐


           aguardó un pequeño estremecimiento de terror‐, como

           partir de Marte hacia los Satélites Exteriores, entre otros

           tres mil; entonces había sentido miedo...  Ahora no era




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