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7. EL DESCENSO DE TIRESIAS, O PROBLEMAS EN
TRITÓN
Pensando en ello de nuevo, a la luz de lo que hemos
tenido que hacer para convertirlo en aceptable, vemos
que nuestro viaje fue, en su preconcepción, innecesario,
aunque su transcurso formal, una vez lo iniciamos, fue
inevitable.
G. Spencer Brown/THE LAWS OF FORM
Desde el momento mismo en que volvió al trabajo,
Bron se sintió muy nerviosa. Había considerado vestirse
toda de negro. Pero no, eso no haría más que retrasar las
cosas. La tarde antes, ella y Lawrence habían ido a la casa
de alquiler de diseño de Lawrence (¡!) y habían pasado
dos divertidas horas durante las cuales Lawrence había
hecho que la casa elaborara (entre otras cosas) un par de
cadenas para el pecho él‐y‐ella que relucían carmesíes
con docenas de pequeños espejos que colgaban de
oscilantes antenas.
—Lawrence —había protestado ella—, ¡no pertenezco
al tipo de las que llevan estas cosas!
Lawrence había contraatacado:
—Pero yo sí, querida. Al menos en la intimidad de mi
propia habitación. ¡Son encantadoras!
Ella se había llevado la suya a casa y la había
guardado en un cajón como un recuerdo del día. Excepto
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