Page 424 - Anatema - Neal Stephenson
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piedra contra la pala se detuvo un momento. Luego cayó


          en la cuenta.

            —No, no me refiero a en tiempo real —dijo—. Quiero

          decir, en la tablilla, él… ya sabes.


            —No,  Gorgojo,  debo  confesar  que  no  tengo  ni  la  más

          remota idea.

            —Si alguien sabe de vigilancia son esos tíos —dijo Lio.


            —Claro, si aceptas la Afirmación de Sante Patagar.

            Lio pareció decepcionado de que yo fuese tan ingenuo

          como para no creer en ella. Volvió a trabajar con la piedra.


          El  roce  me  exasperaba,  pero  supuse  que  también

          molestaría  a  cualquier  espía  que  pudiese  estar


          husmeando.

            Aparentemente, mi nuevo papel en el concento de Sante

          Edhar era convertirme en el inocente protegido. Dije:


            —Bien,  respóndeme.  Si  nos  vigilan  continuamente,

          deben saberlo todo sobre mí y la tablilla, ¿verdad?


            —Bien, sí, eso parece.

            —Por  tanto,  ¿por  qué  no  ha  pasado  nada?  —le

          pregunté—. No es que yo les caiga muy bien a Spelikon y


          Trestanas.

            —No me sorprende —insistió—. Creo que no tiene nada

          de raro.


            —¿Por qué?

            Hizo  una  pausa  tan  larga  que  me  quedó  claro  que  se

          estaba inventando la respuesta sobre la marcha. Hundió


          en el río la piedra de afilar.



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