Page 27 - Las Estrellas Mi Destino - Alfred Bester
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estático que se registraría en la longitud de onda de
cualquier receptor.
Los cohetes de la nave se apagaron. Había sido visto. Sería
salvado. Había renacido. Se alegró.
Corrió de nuevo a su anuario y rellenó otra vez el traje.
Comenzó a llorar. Comenzó a recoger sus posesiones: un
reloj sin cuadrante que conservaba en funcionamiento tan
solo para oír su tic—tac, una llave inglesa con una
manecilla anamórfica que agarraba en los momentos en
que se sentía solo, un cortahuevos con cuyos alambres
tocaba tonadas primitivas... Los dejó caer en su excitación,
los buscó en la oscuridad, y comenzó a reírse de sí mismo.
Llenó una vez más su traje con aire y regresó al puente.
Apretó un botón de bengalas rotulado: ʺRESCATEʺ. De las
bodegas del Nomad surgió un pequeño sol que estalló y
permaneció flotando, inundando kilómetros del espacio
con una implacable luz blanca,
—Ven, cariñito, ven —arrulló Foyle—. Apresúrate
muchacho. Ven majete, ven.
Como un torpedo fantasmal, la nave se deslizó hasta el
anillo de luz más lejano, acercándose lentamente,
estudiándole. Por un momento, el corazón de Foyle se
constriñó; la nave se estaba comportando con tal cautela
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