Page 63 - Las Estrellas Mi Destino - Alfred Bester
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—Nada —repitió.
Dedicado al principio del derroche conspicuo en el que se
basa toda la sociedad, Presteign de los Presteign había
equipado su mansión victoriana en el Central Park con
elevadores, teléfonos, montaplatos y todos los otros
aparatos que hacen fácil el trabajo que el jaunteo había
hecho pasar de moda. Los sirvientes de aquel gigantesco
castillo caminaban obligatoriamente de habitación en
habitación, abriendo y cerrando las puertas y subiendo las
escaleras.
Presteign de los Presteign se levantó, se vistió con la
asistencia de su ayuda de cámara, y—su barbero lo acicaló;
descendió al salón de las mañanas con la ayuda de un
ascensor y desayunó, asistido por un mayordomo, un
lacayo y camareras. Abandonó el salón de las mañanas y
entró en su estudio. En una época en la que los sistemas de
comunicación estaban prácticamente extintos, cuando era
mucho más fácil el jauntear directamente a la oficina de un
hombre para una discusión que el telefonear o el
telegrafiar, Presteign todavía mantenía una anticuada
centralita telefónica, con su operadora, en su estudio.
—Póngame con Dagenham —dijo.
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