Page 68 - Las Estrellas Mi Destino - Alfred Bester
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En las casas de los ricos, las habitaciones de los miembros
femeninos de la familia eran ciegas, sin ventanas o puertas,
abiertas tan solo al jaunteo de los miembros íntimos de la
familia. Así se mantenía la moralidad y se defendía la
castidad. Pero como Olivia Presteign era a su vez realmente
ciega, ella no podía jauntear. Consecuentemente, a su
estancia se entraba por puertas cuidadosamente vigiladas
por sirvientes de confianza ataviados con los colores del
clan de los Presteign.
Olivia Presteign era maravillosamente albina. Su cabello
era seda blanca, su piel blanco satén, sus uñas, sus labios y
sus ojos eran de coral. Era bella y extrañamente ciega, pues
podía ver tan sólo los infrarrojos, de las bandas de los 7500
ángstroms a un milímetro. Veía las ondas caloríferas, los
campos magnéticos, las ondas radiales, el radar, el sonar y
los campos electromagnéticos.
Se acababa de levantar y se hallaba en el vestidor de sus
aposentos. Se sentaba en un sillón cubierto de brocados,
sorbiendo té, guardada por su dueña, celebrando su
audiencia y hablando con una docena de hombres y
mujeres que estaban en pie a su alrededor. Parecía una
exquisita estatua de mármol y coral, brillándole los ojos
mientras veía y al mismo tiempo no lo hacía.
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